martes, 10 de mayo de 2016

Alma y la isla; Mónica Rodríguez. XIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil

 A lo largo de 2015 más de un millón de inmigrantes entre irregulares y refugiados llegaron a Europa sobre todo por mar. De ellos 270.000 eran niños, 26.000 estaban solos y 10.000 desaparecieron. Frágiles seres humanos con nombres y apellidos que Mónica Rodríguez ha intentado sacar de la mera estadística con Alma y la isla, la obra ganadora del  XIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, 2016.


La idea de reflejar tantos sueños, miradas y miedos en una niña llamada Alma surgió al leer la autora una noticia sobre la isla de Lampedusa. Un lugar con centros de acogida tan desbordados que muchos pescadores han decidido dar cobijo en sus propias casas a los niños rescatados. Su propia experiencia en la relación de su hija con una niña saharaui que acogieron durante tres veranos, sirvió a Mónica Rodríguez para completar esta historia protagonizada por Otto, el hijo menor de un pescador y Alma, una niña negra llegada en una barca y acogida temporalmente en su casa.
El rechazo de Otto hacia una recién llegada que parece desplazarlo en las atenciones familiares, dará paso poco a poco a una complicidad capaz de superar las barreras idiomáticas o culturales. Diferencias salvadas en buena parte gracias a un amuleto que servirá a Otto para entender mejor el drama de Alma y que aporta un atractivo elemento mágico a la trama.

Emotiva reflexión sobre la migración, la empatía y los celos, Alma y la isla también incide en las frecuentes dificultades de comunicación entre niños y adultos. Un tema de especial interés para la autora: “Los adultos muchas veces no nos damos cuenta de lo que les pasa a los niños, o no lo valoramos en su justa medida, pensamos «son cosas de críos», estamos con nuestros asuntos, nuestra verdad, mucho más importante que la de ellos. Creo que los niños en esto son más intuitivos, ellos perciben más nuestra realidad que nosotros la suya. Es precisamente ese alejamiento entre las miradas de los adultos y de los niños, ese salto, esos intereses tan distantes algo que me inquieta y que me atrae y sobre lo que escribo muchas veces, tal vez para recordarme a mí misma que preste más atención al mundo de los niños.”

El jurado del Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil valoró que “la obra destaca por “ser una novela de iniciación y de aprendizaje con diferentes niveles de lectura, donde el elemento poético y la magia están muy presentes”. 

Dirigida a lectores a partir de 10 años, Alma y la isla no sería lo mismo sin las ilustraciones de Ester García. Dibujos delicados y sugerentes que aportan al texto un valor poético añadido.

El Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil se convoca anualmente desde 2004 con la intención de estimular la creación de obras en castellano dirigidas a lectores entre los ocho y los catorce años de edad.



Imágenes: Anaya Infantil & Juvenil

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